Más allá del intrascendente debate linguístico, hay indudable fondo. El verdadero amor no duele, ni entre nuestras montañas, ni allende ellas. El puro amor sí nos aboca a un compromiso entero y de ello adolecemos en nuestra sociedad de “recambio rápido”, de “usar y tirar”, de búsqueda incansable de “nuevas experiencias”, mas lo nuevo siempre tornara antiguo mientras nosotros mismos no renazcamos. Amar nunca puede doler, puede dejarte meses enteros sin dormir ante una cuna, puede derrumbarte noche tras noche de sueño ante un lecho, puede hacerte extrañar una presencia física, puede privarte de lo que no hubieras imaginado…, pero eso no es doler, eso representa la gloria de vivir intensamente amando. No, “mindu” no era doler, “mindu” era atravesar la prueba en nuestro cuerpo físico sin “tranquimazil”, ni “anestesias”…; era vivir conscientes de que la suprema experiencia en la Tierra no podía ser otra que el compromiso desinteresado, la entrega sincera. Artaza 15 de Febrero de 2024 |
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